miércoles, 25 de diciembre de 2013

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jueves, 13 de octubre de 2011

PRESENCIA DE L.Z. EN CHILE

Junto a ese nombre del blog surge de inmediato el cuestionamiento sobre la sobrevivencia del surrealismo, en lo principal referido a movimiento literario activo, creador sobre sus propias cenizas.
        Sin embargo hay dos perspectivas, dos atalayas: una situada en nuestro territorio latinoamericano y otra, en el duro Hemisferio Norte. Se trata de la cultura que brota en un punto del casco terrestre y se disemina por el orbe (Je sême a tout vent, decía el Larousse). Hay diferencias entre el norte y el sur y aquello es tema para un análisis socioeconómico o para un ensayo sobre la cultura profunda. Los del sur, inundamos el globo de poesía surrealista; los del norte, sonríen apenas. En lengua portuguesa, Floriano Martins, desde el Brasil, agita el mar y el continente como si fuera una alfombra mágica y se desprenden de allí las maravillas de la lengua surrealista.
        El caso de Zeller es paradigmático. Goza de un prestigio enorme en el extranjero y en su patria es apenas unn ceja gestual para una gran mayoría desinformada. Y aunque sea de la muerte, escriben con la libertad psiquiátrica que les otorga este movimiento. Muchos dicen hablar (escribir) con la lengua de la tribu (ved a Nicanor en una foto de este sitio), y con la lengua de la tribu son surrealistas. ¡Caramba! Es que el libro, como cosa amada, ya pareciera un artefacto inútil del pasado. ¿Quién lee a los griegos? ¿Qué seria de nosotros, sin ellos, gente sin memoria del siglo XXI? ¿Qué sería del s.XIX y parte del siguiente sin el romanticismo? ¿Sería tan inocuo el siglo XX sin el surrealismo? ¿No somos productos naturales del surrealismo? Hasta nacemos en forma surrealista. ¿La muerte no es ese ejercicio en plenitud?
        Ludwig Zeller. nacido en 1927, en el desaparecido  pueblo Río Loa, a pasos de Calama, tuvo presencia en la cultura santiaguina a partir de 1948 cuando abre la tienda de libros usados El Arquero, en Alonso Ovalle, detrás de la Universidad de Chile. De acuerdo a su tendencia hacia lo pulcro y lo selecto, fue un lugar para bibliófilos, bien montado. De allí se fue como Encargado de Artes Visuales  del Ministerio de Educación; en la práctica, director de la sala de exposiciones de Alameda. Sus años en la Escuela de Bellas Artes le permiten desarrollar una ingente y seria labor durante más de catorce años, donde se esforzó por otorgar un espacio a más de doscientos pintores emergentes cuando en Santiago no proliferaban las galerías de arte.
        Dos acciones suyas ingresan a la mitología capitalina: la creación de la Casa de la Luna y la gran exposición Surrealismo en Chile, de 1970. Lugar de recitales, talleres literarios, música, poesía, pintura, conferencias, en aquella. Happening denominado "El entierro de la castidad en la Universidad Católica", en la segunda; donde todos, incluso el rector, debían dejar sus zapatos al lado afuera de la sala para no deteriorar los pechos femeninos sembrados en el parquet.
        Hay recuerdos del año 1968, por supuesto: "Investigaciones me revisó la casa. El MIR me revisó la casa. El PC me revisó la casa. La Embajada de los EE.UU. quiso comprarme; yo les dije: "Muchas gracias, muy  gentil de su parte pero no." Y entonces nos pusieron un negro, un moreno norteamericano todo el día en la Casa de la Luna. Muy simpático el negro pero nos tenía completamente vigilados. Así y todo, en la Casa de la Luna (Villavicencio 349) nosotros congregábamos a unos trescientos jóvenes en cada actividad..." Sus exiguos ingresos sólo eran por la venta de café y de libros de segunda mano. El pecado de los dueños del local, Ludwig Zeller y Susana Wald, ha sido siempre su amor a la cultura sin restricción alguna y por eso en tal ocasión hubo muestras artísticas de origen cubano. Ya eran surrealistas y su pancarta ideológica sólo declaraba: "Poesía, libertad, amor." No era jipismo, no eran adictos a drogas. No se referían al amor corriente sino al de más allá que pudiera adoptar una pareja: el respeto a la vida, el afecto casi de monje tibetano hacia todo congénere. El amor al libro, el amor al arte... a la cultura en general.
      Pese a dicha ardua labor el escritor no descansaba de otras áreas: había publicado una docena de libros que le proporcionaban prestigio literario y sus collage despertaban curiosidad y admiración en especialistas.Diseñaban libros y portadas preciosas para Enrique Gómez-Correa, Braulio Arenas y otros; hasta editaron "Maremoto" para Neruda. A fines del 70 miraban hacia el exterior. Ludwig vendió su admirable mascarón de proa a Pablo y la pareja y sus hijos se prepararon para volar a Canadá. Se dio, en consecuencia, un cambio de hemisferio.
                A principios de 1971 inicia, con la extraordinaria Susana Wald, la saga que llamará la atención de poetas, artistas y críticos de habla inglesa y francesa. Crean la editorial Oasis Publications, en Toronto, y junto con traducir a poetas de habla castellana al inglés, crean obras maravillosas en su formato y calidad, algunas de las cuales están en museos.        
             La poesía de Zeller, auténticamente surrealista por su génesis, le abre espacios en revistas y antologías especializadas. A pesar de su carácter que lo mantiene con un bajo perfil -no es ambicioso-, es amigo de Max Ernst, Breton, Edouard Jaguer, Eugenio Granell y una élite impresionante. Lo visita en Canadá Octavio Paz. Es invitado a Estados Unidos, México, Venezuela y a toda Europa, varias veces. Expone en la Bienal de Venecia. Sus poemas y sus collages, son dos lenguajes para una misma síntesis poética, para un diciente mensaje que nace de sus  fuentes oníricas más puras. Zeller estudió con Lola Hoffmann, en Santiago, durante tres años, el fenómeno de los sueños hasta dominar el sueño vigil dirigido, que no es otra cosa que liberar represiones, visiones del pasado y recientes, archivadas por el subconsciente. El oficio, la concepción del arte, disfrutan del resultado. Esa es su técnica profunda y por eso sus trabajos visuales no son un capricho, un juego, sino consecuencia de ese insight que siempre tiene para el observador una lectura. Fijémoslo derechamente: sus collages son poemas gráficos que se pueden decodificar como sus versos. Pero nadie, menos él mismo, puede asegurar cuál de estos ejercicios es superior al otro, porque son una misma cosa.
        Ludwig Zeller es un poeta formal, maduro, a cuyo oficio ha entregado su vida entera. Hasta La Casa de la Luna no es posible sin el sueño de este creador. Su bibliografía registra alrededor de ochenta títulos con antologías y reediciones especiales; y más de cuarenta de ellos guardan "todo el oro de sus castillos" (Alone).
        "Zeller pasó el tiempo observando los modelos del lenguaje de los dementes en asilos de locos en Chile: ha aprendido a comunicar su sensación de desorientación de un modo poderoso y mantener a su lector en trance, logrando ese poder narcótico de las palabras soñadas por Breton y Aragón en sus años de juventud.", ha dicho la perspicaz Anna Balakian.
        "La poesía del chileno Ludwig Zeller, con su combinación de elementos románticos y modernos, su impulso experimental hacia el futuro y sus preocupaciones clásicas, es una fusión excepcional de corrientes españolas, hispanoamericanas, surrealistas y romántico-alemanas. (...)Esta actitud uniforme, al tiempo que multifacética, y los versos magistrales que lo expresan, llevan a Álvaro Mutis a ubicarlo entre 'los santos' de la poesía como Blake, Hölderlin, Rimbaud, Trakl, Michaux y Desnos.", dice críticamente el gran poeta norteamericano A. F. Moritz, uno de los más importantes en lengua inglesa de la actualidad.
        Profanamente suele decirse que el surrealismo ya no existe, que fue una ola, un embarazo literario. Claro que fue un embarazo si dejó miles de hijos que a su vez se multiplican como el trigo sin transgénicos. Pero el libro "Ludwig Zeller. Arquitectura del escritor", Ed. Cuarto Propio, Oct. 2009, que firmo, demuestra lo contrario. La extraordinaria exposición que repletó los muros de dos pisos del edificio de la Fundación Salvador Allende, abierta al público el 2009, es un  testimonio irrecusable. Pintores y poetas de muchos países estuvieron revelando su inteligencia en Santiago, junto a un grupo importante de gente joven de nuestro país que renueva sus votos bajo la experiencia libertaria del surrealismo.
        En los últimos años, Zeller, radicado desde 1993 en Oaxaca, México, ha mantenido junto a Susana Wald, pintora de excepción, una actividad incansable y a fines del 2008, la obra visual de ambos fue acogida por el Museo Eugenio Granell de Santiago de Compostela. Suelen venir a Chile, preocupados en parte de devolver al terruño, a la Biblioteca Nacional, el legado de su obra literaria, y de generar ediciones en nuestra tierra sin patrocinio de nadie. El 2007 la Universidad de Chile le otorgó el título de Profesor Honoris Causa, en sesión solemne. Es decir, a nivel académico recién se está valorando la obra de Zeller y es justo considerar su nombre para el otorgamiento del Premio Nacional de Literatura, porque, de acuerdo a su reglamento, es una distinción a quien ha entregado su vida a la literatura y que en forma simultánea ha producido un legado poético de excelencia y potencia innegables.

(Refugio Huelén, 2011 rev.)