OBRAS DE L.Z.


Este caligrama adquiere categoría de notable si uno se entera que toda esta creación está hecha sobre un solo papel que ha sido recortado con tijera, con una pulcritud y precisión impresionables. Son versos que, por supuesto, tienen posibilidad de lectura.

LA CONFESIÓN (1970), es uno de sus collages más conocidos, de sentido más agudo y sensible por el personaje central; pero ello se atenúa mediante una lectura detenida por cuanto se trata simplemente de un ser humano sometido a las tentaciones y exámenes del aparato creado por él mismo. Visual y conceptualmente es una obra de arte de connotación poética algo descarnada pero entretenida.


UN PAR DE ASES-POEMAS DE L.Z.



ASERRAR A LA AMADA CUANDO ES NECESARIO

Bajo los filos del cuchillo siente
Cómo giran las lunas crujiendo en el espejo,
Cree soñar y escucha cómo crece en su cuerpo, puntada
Tras puntada, esa espiral sin fin de la tortura.
Ellos la miran con amor y esperan, de pie bajo la lluvia
Que ensordece, que la mano crispada allá en el fondo,
Levante con el garfio esas puntas del sueño
Y de la podredumbre del gusano
Pueda volar la mariposa exacta.
Pero ya nada importa y bajo el rayo ardiente
Dando vueltas y vueltas, remolinos al fin del mismo centro,
Escucho voces que alguien llama a gritos, despierto
Y torno a ver la misma imagen –torturador
Y llagas a un tiempo- porque no sé si es agua
Lo que cae de lo alto, si lograré una vez alcanzar
Ese globo que va arrastrando el viento, si podremos pasar
O si la noche ha de cerrar sus láminas de golpe.
Entonces me incorporo y ya sin ojos puedo ver el cuchillo
Que alguien dejó apretado aquí en mi mano,
Semillas de otro sol esas ruedas volteando en la memoria
Aserrándome en hostias a mi amada.



TRAGAFUEGOS

Apretamos el freno en la luz roja. La noche
Es un trapo mojado que se estira adelante
De este ser de metal que ruge y canta
Como aquellas sirenas que hace tanto olvidamos.
Un hombre salta y con sus gestos clama.
¡Detén el mundo, espera, no hagas ruido!
En su mano la llama y en la boca ese nudo
Cerrado en el alcohol como en un filo. –sosteniendo
El peligro-, que ahora lanza afuera, llamarada
En mil lenguas que él aprieta en los labios
Quemados y sonríe…
¿La vida ya no es más que una moneda?
Algo duele en el fondo de esa estrella fugaz, alguien
Te dice, ¡espera!
Pero sueltas los frenos y ¡adelante!
La noche es implacable. La luz, verde.


En la mina de salAquí estuve mil años enterrado, los ecos
Derivaron poco a poco en esquirlas del ruido,
Los gastados toneles se rompieron y el viento
Giró contra el reloj sus viejos garfios, sus andrajos coléricos.


Construimos escaleras y bajamos para huir de la luz
El cielo está cerrado y sólo hay hoyos detrás de los que escucho
Pasar los grandes globos de la ciega, la dulce
Aterradora, serpiente soñolienta de la sal.


Somos cristal errante, partículas perdidas
En el mármol de ese ser infinito, esa roca
Cubierta de gusanos, y gastamos las manos hasta el hueso
Y seguimos golpeando en los tambores para que vuelva el sol.


Alguien solloza, alguien grita mi nombre en las tinieblas.
Entonces me levanto — náufrago entre los muebles como pez
Sin escamas — me asomo y ya no hay nadie, nada cae
Sino el resplandor frío. Sigue nevando sobre el pedernal.












DISTRACCIÓN ONTOLÓGICA


La vida es sólo un tubo sin remedio.
Entrar aquí da a todos el derecho de mirar la injusticia,
De llevarla como ascua en la mano cerrada,
De gritar torturado en sus aristas o lanzarla
Quemante como un dardo en la tela maldita
Que va hilando una araña en la otra entrada...
                                                  ...que es un sueño,
De la vida que es sólo un tubo sin remedio.
















CON VIDRIOS EN LA ALMOHADA


Se abre la tempestad. Como un tormento escucho
Zumbar la aguja al rojo, los follajes que cambian de color
En mi almohada empapada de sangre, de saliva, de sueño.
Corro entonces a lo largo de un muro, la piedra interminable,
Los balcones tapiados, herrumbrados, quizás sólo una máscara
Que el tiempo arruga y deshilacha en tiras.


Mi traje sin el cuerpo vaga solo, repitiendo los gestos
El juego de la magia sobre la cuerda floja, se equilibra,
Desciende como un lento ahogado que penetra hacia el fondo
Rodeado de burbujas, ese gran pez del alma, el otro yo,
Mi hermano, que saca de su boca una cuerda que nunca se termina.


Cojo el cordel, lo anudo contra el filo, donde las flores
De metal se mustian, aquel cuerpo tendido allá en la arena.
Me parece que en lo alto se quiebra un monstruo en piezas.
Se precipita el vidrio a la deriva... Nos arrastran
Las aspas del huracán... ¡Despiértate, despiértate!
Grita alguien en mi oreja y bajo aquel reloj, sus pedernales
Golpeo con horror.
                         ¿Dónde estamos? ¿Adónde?
                                        Condenado por siempre
A hundirme en lo profundo, a interrogar de nuevo aquellas llagas, Aquel cuerpo erizado por la pluma y la nieve.


Siento correr, golpear en cada vena el torrente que enfríase,
Pedir de nuevo el aire, ansiar arder, ser carne, fuego al fin
Que despliega sus lenguas en la noche, cabeceando de sueño,
Hundir la frente en la pared y fijar el fantasma
Que espía en mis espejos, que voltea los vasos
Donde hay sólo vinagre; la cicatriz bajo la sal chispea.










© Ludwig Zeller (Toda la página bajo derechos reservados)

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